El espectro radioeléctrico influye en nuestra vida de una forma invisible para la vista, pero perfectamente palpable. Es una pieza clave en la gestión de las comunicaciones que se pone de actualidad cuando, cada cierto tiempo, las circunstancias aconsejan algún cambio en la forma en la que lo empleamos.
Está conformado por las ondas electromagnéticas que se propagan por el espacio. Sus usos son muy variados:
Todas estas y otras aplicaciones emplean la propagación de ondas por el espacio para funcionar. Ahora bien, dado que las características de cada una de las aplicaciones son diferentes, también lo son las de las ondas necesarias para desarrollarlas.
Por ejemplo, la telefonía móvil requiere de una gran cobertura que garantice que las ondas se pueden transmitir entre dos puntos separados por gran distancia y, en ocasiones, por accidentes geográficos. En el caso del wifi, por el contrario, lo que nos interesa es tener muy buena cobertura en un espacio muy delimitado.
Lo mismo sucede con la frecuencia de la onda. Dependiendo de la aplicación se emplea un rango u otro de frecuencias. Por ejemplo, algunos de los rangos más bajos de frecuencia se han empleado en comunicaciones mineras por su capacidad para penetrar paredes.
Estas y otras características condicionan los usos que se dan al espectro radioeléctrico. Es decir, cuando pretendemos emplear el espacio para transmitir unas ondas con las que establecer una comunicación, debemos tener en cuenta que las cualidades de las comunicaciones dependerán de las de las ondas.
La gestión del espectro radioeléctrico pretende facilitar que por el espacio puedan circular diferentes tipos de ondas y que las aplicaciones gocen de la mayor calidad posible sin interferir negativamente unas con otras. Y, en definitiva, se busca que los diferentes agentes económicos puedan desarrollar sus actividades en el mejor marco.
En cierto modo, es como la organización de las vías públicas por las que circulan diferentes tipos de vehículos, peatones, jinetes, etcétera y se buscan normas que puedan armonizar el uso de todos ellos estableciendo condiciones que no solamente hagan posible la convivencia, sino que también den la posibilidad de sacar el mayor partido a las diferentes alternativas de movilidad.
En este caso, para lograr una adecuada gestión del espectro radioeléctrico, existen diferentes enfoques:
Los diversos enfoques no son necesariamente excluyentes. Por ejemplo, en una determinada época puede que lo que prime sea la recaudación porque no hay tecnológicamente un margen muy grande para establecer distintas formas de uso. Sin embargo, en otro es posible que se quiera dejar en manos de los usuarios la posibilidad de innovar y encontrar formas más eficientes de emplear este recurso. Y, en otros momentos, la consecución de objetivos concretos puede reclamar una regulación muy minuciosa.
Igualmente, la regulación puede ser más o menos exhaustiva dependiendo del empleo que queramos dar al espectro radioeléctrico. De hecho, existen normas sectoriales diferentes para usos distintos.
La gestión del espectro radioeléctrico tiene, en fin, un constante proceso de evolución que busca adaptarse continuamente a los cambios tecnológicos y económicos, intentando lograr el mejor aprovechamiento de este recurso.
Por Gonzalo García Abad
Imagen | Mario Causo en Unsplash