El robo de información no siempre tiene que ver con sofisticados programas de ataque, ni siquiera con masivas campañas de ingeniería social destinadas a engañar a la gente por el correo electrónico, las redes sociales o el WhatsApp. A veces la mejor estrategia para acceder a la información confidencial de los demás es simplemente mirar por encima del hombro.
El shoulder surfing consiste en eso precisamente. En mirar por encima del hombro del ‘vecino’ para saber qué número usa en el cajero para sacar dinero o para enterarse de qué hace en su portátil, qué sitios visita o cuál es su contraseña cuando accede a la página del banco. Poner en práctica el shoulder surfing es tan sencillo como acercarse sigilosamente a la víctima por detrás y ver qué teclas pulsa y qué muestra la pantalla.
A veces, son los propios usuarios los que facilitan la tarea a estos ‘mirones’ o espías malintencionados. Por ejemplo, cuando dejan las claves y contraseñas pegadas en un pósit en un lateral del ordenador. También los programadores de aplicaciones pueden jugar a favor de los ladrones del shoulder surfing, por ejemplo, diseñando programas que muestren muy claramente las contraseñas cuando son tecleadas por el usuario.
Otro terreno abonado para estos mirones son los cajeros de los bancos, donde todos los usuarios tienen que marcar el PIN de su tarjeta en algún momento en plena calle. Y los datáfonos de los comercios, donde nos pueden pedir marcar ese número y uno nunca sabe si alguien a la espalda puede estarlo espiando.
Los espías más osados incluso pueden recurrir a prismáticos para ver qué información introduce su víctima desde la distancia, e incluso los hay que colocan cámaras en los sitios más insospechados con el mismo propósito.
Ya sabemos que puede haber muchos interesados por nuestros datos y dispuestos a partirse el cuello para hacerse con ellos. La gran cuestión ahora es: ¿cómo nos protegemos? Aquí van varios consejos.
Por Juan I. Cabrera
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