Todos los usuarios tenemos una identidad digital, fruto de lo que nosotros mismos hemos publicado en internet (por ejemplo, en nuestros perfiles en redes sociales) y de lo que otros han publicado sobre nosotros. En este sentido, es un buen hábito practicar el llamado egosurfing, que básicamente no es otra cosa que buscarnos en la red. De esta forma, seremos más conscientes de nuestra huella digital y podremos adoptar las medidas oportunas.
Parte de los resultados que nos devolverá el egosurfing serán nuestras propias publicaciones. Es la parte más fácil de controlar, pues bastará con echar un vistazo a las opciones de privacidad de las redes sociales y eliminar las publicaciones que no queremos que aparezcan.
En el caso de la información que han publicado nuestros amigos mencionándonos, podemos recomendarles que repasen las opciones de privacidad de sus redes sociales y, además, configurar nuestras propias opciones para decidir quién nos puede etiquetar.
La información de terceros es la que difunden empresas o periódicos, como las listas de ganadores de sorteos, de admitidos en un curso o de ponentes en un seminario. Gestionar este tipo de información también es posible:
Por otro lado, si usamos Google y tenemos abierta una cuenta en la plataforma, es muy probable que sepa mucho sobre nosotros. "Al utilizar nuestros servicios, nos confías tus datos”, declara el motor de búsqueda más importante del mundo en la primera línea de su política de privacidad.
La compañía estadounidense obtiene la mayor parte de la información de lo que introducimos en su buscador, y a partir de ello, crea un perfil con nuestros gustos y necesidades, que es usado para ofrecer anuncios personalizados en las diferentes aplicaciones que utilizan el gestor de anuncios de Google.
Podemos acceder a nuestra configuración de anuncios de Google y ver si tenemos activada la personalización de anuncios. Si es así y queremos evitar tal recopilación de datos, podemos desactivar el perfil y de esta manera el gigante tecnológico dejará de personalizar los anuncios.
En este sentido, no es difícil llegar a la conclusión de que si no pagamos en dinero contante y sonante por nuestro correo en Gmail ni por un servicio de videos como YouTube, nuestros datos son la moneda de cambio.
Solemos utilizar la red todos los días y para multitud de cuestiones, por lo que no es tarea fácil, por no decir imposible, escapar al escrutinio y no dejar nada de rastro. Ahora bien, no toda la información es igual de sensible. En este sentido, existen siete tipos de datos que “bajo ninguna circunstancia deberíamos compartir, ya que el riesgo para nuestra privacidad y seguridad es muy alto”, según el Instituto Nacional de Ciberseguridad (INCIBE):
Por Patricia M. Liceras
Imagen | Ronan Furuta (Unsplash)