El smartphone, la smart TV y el smartwatch. Son ejemplos de objetos conectados a internet que, mientras los usamos, van generando cantidades de información sin que la mayoría de las veces seamos conscientes de ello. Esos datos escapan a nuestro control.
Es la llamada ‘sombra digital’. Es decir, la información que queda registrada sobre nosotros y que proporcionamos de forma indirecta con la utilización de internet y las redes sociales.
En muchas ocasiones, esta información supera con creces a aquella otra creada por nosotros mismos de manera consciente y voluntaria. Por ejemplo, cuando subimos una foto de nuestras vacaciones con los amigos en Instagram y dejamos un comentario en un hilo en Meta (antes, Facebook). Esta sería, según los expertos, la denominada ‘huella digital’.
El uso de dispositivos conectados a internet genera una ingente cantidad de datos en segundo plano, que terminan componiendo una suerte de identidad virtual de nosotros mismos, de ‘yo’ digital, pero en la sombra.
Información sobre nosotros que, sin ser conscientes de ello, pasa a formar parte de ficheros financieros y listas de correos. Una sombra digital cada vez más alargada en la que también quedan registrados nuestros historiales de navegación web, la geolocalización de nuestros dispositivos e imágenes obtenidas por cámaras de seguridad en aeropuertos, calles y supermercados.
Por ejemplo, cada vez que visitamos una página en internet, damos una serie de información al dueño del sitio web. Como nuestra dirección IP, que revela nuestra ubicación geográfica; navegador y sistema operativo utilizados; idioma e incluso páginas visitadas antes.
A priori, esto no supondría ningún problema desde el punto de vista de la privacidad, pues se trataría de datos estadísticos útiles para crear perfiles de visitante y comprador, identificar subgrupos dentro del público objetivo para lanzar mensajes más personalizados y mejorar la experiencia de usuario. Además, gracias a estas cookies, podemos movernos por los sitios web en los que nos hemos registrado antes sin necesidad de volver a teclear el nombre de usuario y contraseña.
Sin embargo, hay que ser conscientes de que existen muchos tipos de cookies. Algunas de ellas reúnen datos que pueden llegar a configurar perfiles muy completos con información personal, más allá de las estadísticas y la mejora de la experiencia de usuario.
Registros, en muchos casos, con un valor económico que sirven a terceros para conocer nuestras preferencias y poder vender mejor los productos o servicios que ofrecen. Eso explicaría, por ejemplo, el motivo por el cual nos aparece un anuncio relacionado con lo que hemos hablado en una conversación privada.
Por lo general, desconocemos el alcance y uso que se hace de toda esa información en segundo plano. Entre otras cosas, suele servir para que nos muestren publicidad acorde a nuestros hábitos de consumo y contenido relacionado con nuestros gustos. Aun así, conviene poner límites.
Más si tenemos en cuenta que cada día más personas utilizan y se comunican con el entorno digital para llevar a cabo cualquier actividad. También porque, más allá de los fines comerciales, existen amenazas graves como la suplantación de identidad, la fuga de datos para dañar la imagen y reputación de una persona o empresa y los ataques a servidores o denegación de servicio (DDoS).
Estos son algunos consejos a seguir para controlar nuestra sombra digital:
Por Patricia M. Liceras
Imágenes | Paul Hanaoka (Unsplash)