Seguramente más de una vez te hayas preguntado por qué después de haber buscado, pongamos por caso, unas deportivas en internet es como si te hubieran leído el pensamiento y solo ves anuncios de zapatillas allá por donde navegas. La respuesta está en las cookies.
Estas ‘galletas’ son ficheros de datos enviados por los sitios web que visitamos y que se almacenan en nuestro navegador con el objetivo de recabar información sobre nosotros. Mayoritariamente, la finalidad de las cookies es recoger todos nuestros movimientos en la red y enviárselos a las empresas y marcas con el objetivo de que nos ofrezcan una publicidad personalizada, según nuestros gustos e intereses.
Las cookies también sirven, entre otras cosas, para recordar nuestros accesos a las páginas web y no tener que introducir nuestras credenciales una y otra vez, mejorando nuestra experiencia de navegación.
Existen cuatro grandes tipos de cookies: las propias y de terceros; y las temporales y permanentes.
Normalmente, cuando queremos acceder a una página web nos encontramos con el llamado "muro de cookies", una ventana que bloquea el contenido e impide acceder a él hasta que marcamos “Aceptar” u “Ok”. Algo que solemos hacer casi sin pensar, en un gesto que significa dar el consentimiento al uso de cookies.
Recientemente, el Comité Europeo de Protección de Datos ha actualizado sus directrices sobre el consentimiento online y, según estas, aceptar las cookies no significa dar nuestro consentimiento, sino más bien que nos obligan a hacerlo, lo que va en contra del Reglamento General de Protección de Datos.
Tal y como advierten los expertos en ciberseguridad de la Oficina de Seguridad del Internauta (OSI), otro riesgo de las cookies es que, al conectarnos a redes no seguras, como son las redes wifi públicas, un ciberdelincuente podría capturar la cookie que nos identifica frente a una de nuestras redes sociales, pudiendo reenviar esa misma cookie para suplantarnos posteriormente ante esa página web.
Para evitar males mayores, los expertos recomiendan eliminar la caché y las cookies de vez en cuando. Si lo hacemos, no pasará nada, salvo que se borrarán algunos ajustes de configuración de ciertas webs (por ejemplo, tendremos que volver a introducir nombre de usuario y contraseña) y algunos sitios puede que vayan más lentos al principio, pues deberán volver a volcar parte del contenido.
Puede resultar tedioso tener que teclear de nuevo nuestras credenciales o esperar a que se cargue la página, pero a cambio nuestra privacidad estará más a salvo.
Por Patricia M. Liceras