El verano es una época propicia para la desconexión digital. Este año lo es aún más, ya que el confinamiento provocó un incremento importante del consumo de medios digitales para teletrabajar, realizar gestiones, comunicarse con amigos y familiares, recibir servicios (como los educativos, los financieros, el comercio electrónico, el mantenimiento del hogar, etcétera) e, incluso, para el ocio digital (películas, series, música, libros, visitas virutales…).
Lo que está claro es que, para que nuestra vida virtual esté en su sitio, debe estar en armonía con la vida real. Para mantener un equilibrio, la desconexión digital tiene un papel clave. Veamos algunas pautas que pueden ayudarnos a ello.
Los temidos olvidos ayudan a colocar cada cosa en su sitio. Unas veces nos damos cuenta de que no prestamos atención a aquello que verdaderamente lo merece. Otras, queda patente que rellenábamos la agenda de citas prescindibles.
La desconexión digital es una oportunidad para dirigir correctamente la atención. Las personas de nuestro entorno son prioritarias. Es tiempo de escuchar, de hablar y de entenderse, y no tanto de estar pendientes minuto a minuto de la llegada de mensajes digitales.
Acudir a lugares recónditos sin cobertura ayuda a separar la información del ruido. Si por un breve espacio de tiempo podemos sobrevivir sin conexión, estamos preparados para distinguir cuáles son realmente las ventajas de la conectividad y qué es lo que sobra en nuestra vida digital.
Las obligaciones profesionales, los contactos con amigos y familiares y la presencia en redes sociales pueden reclamar cierta disponibilidad. Suele ser recomendable que sea limitada en el tiempo y que la podamos retrasar. Cuando estemos listos para volver a conectar momentáneamente, hay que decantarse por atender lo verdaderamente prioritario.
Uno de los peligros es que no se produzca una verdadera desconexión digital. Si solamente aparcamos nuestras obligaciones digitales laborales, pero registramos toda nuestra actividad con una foto, un mensaje instantáneo a nuestros amigos, una nota virtual para cualquier cosa que hacemos…, corremos el riesgo de convertir los medios digitales en fines en sí mismos.
El videojuego va a seguir ahí cuando volvamos a conectarnos. Practicar deportes, juegos de mesa y otras opciones tradicionales ayudará a mejorar nuestra cultura lúdica.
Un buen sueño es clave para un buen día. Estaremos más despejados y tendremos más claro cuál es el papel que debemos dar a cada instrumento digital. Disminuirá la presión emocional que puede originar la disminución de la conectividad.
Mantener conversaciones largas, con diversidad de tonos y temáticas y con el mayor número posible de personas contribuye a mejorar nuestras capacidades de comunicación. Un tiempo sin redes sociales contribuye a que nos expresemos mejor cuando regresemos a ellas.
Necesitan aprovechar los períodos de desconexión digital tanto para potenciar sus habilidades y conocimientos no digitales como para aprender a mantener el equilibrio entre las distintas parcelas de su vida. Hay que ayudarles a descubrir nuevas realidades más allá de las pantallas.
La lectura es un instrumento de formación y entretenimiento. La escritura lo es de reflexión, aprendizaje y expresión. Aunque se pueden realizar en grupo, suelen ser actividades muy personales. Por lo tanto, contribuyen a situar mejor en nuestra mente el valor de la conectividad.
Si sabemos reducir el ritmo de nuestra vida digital, también seremos capaces de mejorarla. Cuando volvamos a conectarnos, podremos dar un empleo más apropiado a cada dispositivo o aplicación digital.
Por Gonzalo García Abad.
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